Capítulo 14: Transformándote en amiga, enemiga

En su cabeza pasaban cosas. Emociones sin filtrar, sentimientos que no encontraban una razón. Lágrimas que, simplemente, se deslizaban por su mejilla. Y ella, las recogía con sus dedos y se dedicaba a tirar para adelante.
Hasta que lo encontró a él. Él sabía que algo pasaba por su mente. Que todas esas palabras, desordenadas algunas veces, tenían algún que otro sentido. No se alejó, al contrario. Un domingo, le cogió la mano y le pidió que se lo contara todo. Su tono le pareció, a ella, de enfado. Pero lo único que él quería era que esos demonios, desaparecieran de su mente.

Y allí, empezó su gran cambio.

Sí, ella sigue con esos sentimientos sin rumbo. Pero sabe, que tiene a quién contárselos. Que esas suposiciones, más propias de Sherlock Holmes que de ella, muchas veces no tenían sentido. Que lo único que tenía que hacer (dificultosa faena, déjenmelo decir), era sacarlo. A él o a su madre. O a la psicóloga. O a su amiga. O a quién sea. Porque si se seguía guardando las cosas, como hacía desde años, terminaría explotando.

Porque señoras y señores, la ansiedad no entiende de edad, de sexo o de situación económica. La ansiedad arrasa con lo que ve, si no se la toma en consideración y se la trata. Que gracias a él, ella sabe que por fin, tiene un hombro sobre el que llorar. Y una realidad que la golpea, sí.Pero que día a día la hace más fuerte.



No sé si la ansiedad va a estar conmigo toda la vida. Pero por favor, tenemos que comunicarnos. Tenemos que dejar que todo lo que tenemos dentro salga. 
Porque si no, ese sí que será nuestro pozo sin fondo.

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