Duodécimo día de confinamiento
こんにちは!
¡Buenos tardes! ¿Cómo estáis?
Ayer no conseguí escribir nada que me convenciera. De hecho, estaba poco inspirada pese a estar bastante productiva. Pero eso me ha dado alguna idea para el post de hoy.
Hoy he decidido que voy a compartir el nuevo significado que ha obtenido para mí el amor en estos días. Hace doce días que estoy en casa. Mi vida social se ha limitado, aunque siempre he sido bastante casera.
Tengo la enorme suerte de poder tener a mis padres conmigo, eso sí. Pero por otra parte, mi otra "mitad", mi otra parte de vida, se ha visto bastante limitada. Antes mi día a día consistía en ir a la Facultad. Estaba prácticamente toda la mañana junto a mis amigos Laura y Edu. Riendo, compartiendo y hasta comentando la jugada en las clases. Esto ahora se ha transformado a estar sola mientras el profesor da clase (cosa que también ha cambiado, ya que para un profesor, debe ser bastante complicado estar una hora y media hablando a la nada, aunque estemos conectados).
Después de eso, o me iba a mi casa a comer o bien me iba con mi él. Compartíamos comida y merienda, nos contábamos el día a día o hasta nos marcábamos una ruta exprés en moto (por eso de tener el mono). Ahora esto se ha visto limitado a mensajes de texto y alguna llamada por Skype.
Que sí, que no me quejo porque por suerte nadie de mi entorno está enfermo, tenemos comida, casa, internet... Bueno, calefacción y agua caliente no. La caldera ha escogido un mal momento para hacerse la estrella. Ya os contaré la trepidante aventura de ducharse en invierno con un cazo de agua hirviendo.
Pero es lo de menos. Dentro de lo que cabe, estamos muy bien.
Considero que hoy por hoy, el amor ha tomado otro significado al que tenía hace unos días. Se ha hecho menos físico, para volverse más virtual y necesario. Necesario, para que me entendáis, en el sentido de decir "te quiero" al despedirse. Para que ese lazo que cuidamos cada día, que regamos, siga creciendo pese a la distancia. Y que poco cambie.
Tenemos que aprender (y tengo, aquí la escritora es la primera que debería aplicarse el cuento), a buscar el lado bueno de las cosas. Aunque todo esto sea un churro, que tengamos más ganas que nadie de salir a la calle a pasear, que necesitemos una buena dosis de bravas con su salsa o que deseemos abrazar a esa persona hasta que nos oxidemos (me pasa, no os preocupéis), tenemos que verle la parte positiva.
Obviamente tendremos nuestros días de mierda (por ejemplo, ese que os escribí). Habrán días que no querréis levantaros de la cama, hacer lo que mas os gusta, escribir, leer, le sacaréis puntilla a todo. Y nos lo podemos permitir. Sólo faltaría.
Pero no nos queda más que tirar hacia delante y sonreír.
No lo digo yo, lo dice un cuadro que reposa en mi escritorio de Lucía Be: igual es un día asqueroso, pero si no te ríes será peor.
Hasta mañana,
B.
Hoy he decidido que voy a compartir el nuevo significado que ha obtenido para mí el amor en estos días. Hace doce días que estoy en casa. Mi vida social se ha limitado, aunque siempre he sido bastante casera.
Tengo la enorme suerte de poder tener a mis padres conmigo, eso sí. Pero por otra parte, mi otra "mitad", mi otra parte de vida, se ha visto bastante limitada. Antes mi día a día consistía en ir a la Facultad. Estaba prácticamente toda la mañana junto a mis amigos Laura y Edu. Riendo, compartiendo y hasta comentando la jugada en las clases. Esto ahora se ha transformado a estar sola mientras el profesor da clase (cosa que también ha cambiado, ya que para un profesor, debe ser bastante complicado estar una hora y media hablando a la nada, aunque estemos conectados).
Después de eso, o me iba a mi casa a comer o bien me iba con mi él. Compartíamos comida y merienda, nos contábamos el día a día o hasta nos marcábamos una ruta exprés en moto (por eso de tener el mono). Ahora esto se ha visto limitado a mensajes de texto y alguna llamada por Skype.
Que sí, que no me quejo porque por suerte nadie de mi entorno está enfermo, tenemos comida, casa, internet... Bueno, calefacción y agua caliente no. La caldera ha escogido un mal momento para hacerse la estrella. Ya os contaré la trepidante aventura de ducharse en invierno con un cazo de agua hirviendo.
Pero es lo de menos. Dentro de lo que cabe, estamos muy bien.
Considero que hoy por hoy, el amor ha tomado otro significado al que tenía hace unos días. Se ha hecho menos físico, para volverse más virtual y necesario. Necesario, para que me entendáis, en el sentido de decir "te quiero" al despedirse. Para que ese lazo que cuidamos cada día, que regamos, siga creciendo pese a la distancia. Y que poco cambie.
Revisando las fotos del pasado noviembre... Echo de menos Venecia
Tenemos que aprender (y tengo, aquí la escritora es la primera que debería aplicarse el cuento), a buscar el lado bueno de las cosas. Aunque todo esto sea un churro, que tengamos más ganas que nadie de salir a la calle a pasear, que necesitemos una buena dosis de bravas con su salsa o que deseemos abrazar a esa persona hasta que nos oxidemos (me pasa, no os preocupéis), tenemos que verle la parte positiva.
Obviamente tendremos nuestros días de mierda (por ejemplo, ese que os escribí). Habrán días que no querréis levantaros de la cama, hacer lo que mas os gusta, escribir, leer, le sacaréis puntilla a todo. Y nos lo podemos permitir. Sólo faltaría.
Pero no nos queda más que tirar hacia delante y sonreír.
No lo digo yo, lo dice un cuadro que reposa en mi escritorio de Lucía Be: igual es un día asqueroso, pero si no te ríes será peor.
Hasta mañana,
B.
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