Capítulo 26: el fin, pero no al fin

                                                     Día 70 y pico de confinamiento

Hola de nuevo, tras casi dos meses sin aparecer por aquí.
Lo dije en su momento, que intentaba buscarle la parte positiva al asunto. Pero me ha sido muy difícil. Sobre todo mentalmente. 
Las horas han pesado. Ha habido días felices, pero muchos tristes. Días en los que el sol ha brillado más que nunca y otros en los que no conseguía salir de entre las nubes.
Hoy no es un día con sol espléndido, pero allá vamos.

Hoy Barcelona ha pasado a la "Fase 1". Hace unos días estaba contenta por ello: podría volver poco a poco a mi vida anterior. 
Pero no. Nada hasta la "Fase 3", que se nos permitirá a los barceloneses salir de Barcelona.
Qué curioso, ¿verdad? Estamos encerrados en nuestra propia ciudad.
Una parte de mí quiere pensar que no durará mucho, que se darán cuenta que no es la mejor solución: la nostalgia y la tristeza se apodera de muchos, que tenemos a seres queridos fuera de nuestra metrópoli. Que nos sentimos divididos por la incertidumbre de cuándo se dará ese primer abrazo, a mi juicio, más necesario que la primera cerveza.
Ayer lo pensaba, cuando tumbada en mi cama reflexionaba sobre el valor de las fases. Y su significado.

Hasta hace poco, la palabra "fase" se contextualizaba a cuando alguien había roto con su pareja y decía eso de: estoy en la fase de no querer nada con nadie. O estoy en la fase cinco del videojuego.
Todo eso. 
Pero ahora, el simple murmullo de esa palabra se convierte en un rompecuellos para todos los que estén a su alrededor. 
Aunque también cabe decir que muchos somos los que nos hemos convertido en verdaderos expertos "pandémicos", que sabemos las noticias de último minuto. Como si fueramos un canal 24H. 
Que conocemos las franjas horarias como nadie o que simplemente con mirar el televisor y el político que esté hablando, ya sabemos qué hora es.
Nos ha hecho mal a todos esta situación. Y nos la hará. 
Quiero decir, ¿prefiero esta semi-libertad? ¿O me gustaba más antes? ¿Podré salir de casa sin pensar en la cantidad de gérmenes que hay en la barra del autobús? ¿O me limitaré a ir en coche a todos lados? Yo, que he besado y re besado columnas en párkings, estoy convencida que no renovaré el bono bus. 


Esta va a ser la última entrada del blog en referencia al coronavirus. No prometo volver, porque escribir me produce una sensación de abrirme en canal frente a cualquiera que lea estas líneas.
Y no sé si estoy lista para ello.
O si me conviene hacerlo.

Con lo que me quedo de todo esto, de estos 70 y pico días alejada de todo (como todos), es que me he descubierto más a mí misma.
Y que pese a todo, parece que sí me soporto.
Pero un poco, al rato acabo harta.

Hasta siempre,
B.


Comentarios