Capítulo 8: Crónica de una muerte (casi) anunciada

Domingo. Pronto por mañana.

Llego a la redacción, tan desierta como las calles de la misma Barcelona, que esperan impacientes este día para no hacer absolutamente nada (irónico, ¿verdad?).
Un domingo en el que la redacción de cualquier medio de comunicación permanecerá silenciosa en comparación al ritmo frenético del día a día.
Una tranquilidad intranquila que disfruto mucho, que conste. Eso si, minutos antes de los boletines, la marcha está asegurada.

Al caso, que me lío.

Ayer había tenido un día "regular", por decirlo de alguna forma: tuve que ir a hacer una de las cosas que más me gusta del periodismo: el reporterismo. Estar "a pie de calle" para escribir la noticia, para vivirla y -sobre todo-, para dar parte de ella. 
Suena genial, ¿verdad?

Cojo la bolsa de la radio, con todo lo necesario para sacar la noticia redonda (JÁ) y me dirijo hacia la Plaça Comas, bien cerca de la Clínica Deixeus o de El Corte Inglés.
Con el típico temor que tenemos los estudiantes de Periodismo a preguntar, empecé mi búsqueda exhaustiva de alguien a quién poder entrevistar. 
Mientras tanto, en el balcón de la "Oficina d'Atenció a la Ciutadania", un hombre con una voz potente, una música a todo trapo y mucha gente gritando, me crearon una duda en la cabeza: ¿se estará escuchando bien? "¡Claro! Si el micro lo coge todo" (segundo JÁ de la tarde, para que veáis).
Tras tres personas más entrevistadas, iba cogiendo ánimos y la vergüenza inicial se convirtió en una pequeña euforia interna. 

Volví a caminar por la Diagonal, esta vez con más convencimiento y alegría por la (supuesta) faena bien hecha. Eso sí, con la libreta llena de apuntes de lo que he ido viendo.
Tengo que decir que esos apuntes iniciales me salvaron un poco cuando llegué a la redacción.
Al escuchar las grabaciones. me di cuenta que solo se oía la música y al presentador "carnavalesco" del balcón del que os había hablado. En ese momento, mi amor al Carnaval desapareció en cuestión de segundos.
Yo misma ejerciendo de bloguera sin saber la catástrofe que se le venía encima

Sí, lo sé, un error de estos puede ocurrirle a cualquiera. Y estáis en lo cierto en predecir que los estudiantes en prácticas tenemos 99 de las 100 papeletas para que esto nos ocurra.
Eso sí, aprendí algo muy valioso: SIEMPRE, pero cuando digo SIEMPRE es SIEMPRE, grabadlo todo con el móvil o con otro dispositivo para tener un salvavidas por si esto ocurre.
Y eso es lo que ha pasado hoy, al día siguiente de mi pequeña "cagada", por decirlo de alguna forma.
(Prosigo con la introducción que he empezado anteriormente).

Esta mañana yo no sabía que se me enviaría a un acto público.
Me hacía ilusión, os lo tengo que decir. Pero cuando me han empezado a explicar como funcionaban los cables, dónde tenía que conectar cada uno, qué tenia que hacer y cosas varias, la punzada del miedo se me ha atrincherado otra vez en el estómago. 
¿Lo haré bien? 
Mientras estaba yendo al barrio de Poblenou, repasaba mentalmente toda la información que me habían dado: dónde iba cada cable, que si cable macho con entrada macho, cable hembra con entrada hembra...o espera, ¿no es al revés? 
Ay dios mío.
Total, que llego a Can Saladrigas y busco el aparatejo (bautizado con este nombre por mi misma) en el que tenía que desplegar toda mi artillería.
Como buena estudiante, periodista en prácticas, novata y nula conocedora del aspecto físico del aparato (empezamos bien), he preguntado a otro compañero (¿debería ya llamar así a los demás periodistas?¿o hasta que no tienes tu título no puedes?) sobre dónde narices estaba el "Rack" (nombre real).
¿Adivináis? Detrás mío.

A resumen de toda la historia y con bromas a parte, debo decir que la experiencia en días como los de ayer hace que uno vaya con la mente más despierta y más consciente a lo que puede o no puede pasar. Cómo me dijo hace días uno de mis compañeros de la redacción: hay días en los que todo saldrá remotamente mal. Y otros en los que todo irá de perlas. Quédate con los días buenos.
Y eso me aplico. 

He cumplido mi primer mes en la redacción, mi quinto fin de semana aquí y no hay día en el que no haya aprendido.
La carrera de Periodismo es teoría. Pero realmente, cuando estamos sentados en una redacción, cubriendo actos, desesperándonos por encontrar a la persona o, simplemente, esperando a que nos den faena, aprendemos lo que es realmente la carrera.
Y le damos un significado auténtico a la profesión de periodista.

Próximamente, os iré contanto más anécdotas. Esto es solo el principio.


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