Capítulo 11: De camino a "Sparta"

16 de junio.
Me levanto con una sonrisa en mis labios. Miro por la ventana y las montañas de Andorra me iluminan. Algunas aún tienen un pellizco de nieve, consecuencia de este tiempo tan loco que hace.
Sí, había liado a mis padres y a mi tío para venir a correr la que posiblemente es la carrera de obstáculos más dura: la temida Spartan Race Andorra.
No soy consciente del día que es hasta que enciendo el móvil y veo dos mensajes de mis mejores amigos. Hoy es mi cumpleaños, cumplo 21.
Vistas desde el hotel en Andorra la Vella
Madre mía. El día, sinceramente, no podía empezar mejor.
Bueno, podría si supiera qué tiempo va a hacer, porque de todas las cuentas de Instagram que sigo, cada una dice una cosa diferente: "frío horrible, traed polar", "calor extremo, cuidado con el sol".
Sin mucho a perder, decido vestirme a capas. Si, ya sabéis, como en las maratones. Te vistes a capas y vas dejando la ropa que te sobra por allí. Cosa que nunca he entendido, ya que no me veo capaz de dejar nada tirado por el suelo. Pero... ¿qué más da? Tengo que desayunar algo.
Como buena previsora y algo enferma de la organización, tenía en el pequeño minibar del hotel un par de cosas que me había comprado la tarde anterior en el "Pyirinées", un supermercado en el que me estaría horas y horas.
Había Kit Kat's gigantes, no os digo más.

Es pronto aún y mi tanda no sale hasta las 13h, aunque vamos metiendo tercera para no ir apurados. Una de las cosas que más miedo me daba de esta experiencia era el encontrarnos la carretera helada. Sí, ya lo sé, en junio es muy difícil.
Pero a medida que íbamos subiendo la montaña (ya que no era en Andorra, sino en Encamp), el termómetro marcaba temperaturas más bajas: "Ay Berta, que vas a tener frío y todo" me dice mi padre desde la parte trasera del coche, con una sonrisa.
Sinceramente, yo soy una persona de frío. Es decir, si tienes frío, te tapas y te tapas hasta que no tienes más. En cambio, si hace calor, ya puedes quedarte en pelota picada que seguirás teniendo calor.
Y es así.
Llamadme loca pero la idea que hubiera nieve en la carrera me despertaba aún más interés y ansia por empezar.

Con el dorsal en la mano y con demasiado tiempo de sobras, nos tumbamos en el césped y me pongo a reflexionar (sí, soy de esas que me das una montaña y podría estarme horas y horas): mi vida ha dado un giro increíble. Hace medio año, no me imaginaba a mi misma así: corriendo, en bici o simplemente disfrutando de una clase de Spartans. Supongo que las expectativas que nos creamos no se acercan al resultado de un trabajo duro. Yo sabía que el esfuerzo tiene su recompensa, pero no sabía que no sólo era física.
Cada vez que entreno, sea corriendo, nadando o como sea, siento dentro de mí una paz que no había conseguido con otra cosa. Parece irónico, ¿no? Sentir tranquilidad cuando estás dando lo máximo de ti mismo.
Y también pienso en todas las personas que me han acompañado hasta dónde estoy (tanto físicamente como mentalmente). Ya lo dice el proverbio, que “si quieres ir rápido camina solo, si quieres llegar lejos ve acompañado.”
Con tanta divagación, no me doy cuenta que ya casi es la hora de mi salida, asi que me dirijo a la zona de "start" con los nervios que seguro tenemos todos antes de empezar. Sea una 5K, una 10K o lo que sea, siempre existen esos nervios: ¿llegaré? ¿cómo me irá?
"Hola, ¿vienes sola?" me dice una chica que parece estar más nerviosa que yo (que ya es difícil).
Ella va con su compañera, pero me confiesa que es novata.
De golpe, Sergio Turull (más conocido como @Pitufollow), se acerca a nosotras, nos choca la mano y nos desea suerte.
¡Eso sí que es un subidón!

Primer kilómetro
Salimos con mucha energía hacia la primera subida. Intento ir a un ritmo moderado, que me permita correr pero que tampoco me agote demasiado. Aunque, sinceramente, llega un momento de la subida que mis piernas me dicen "vamos a probar a ir andando, ¿no?". Me quedan muchos obstáculos y prefiero ir más lenta pero segura.
Valla arriba y valla abajo. Si me conocéis en persona, sabréis que no soy una persona... ¿cómo decirlo?... alta. Mido mi metro sesenta y los obstáculos parecen estar hechos para jugadores de básket. Pese a eso, muchos de los participantes vuelven atrás para ayudarnos a superarlos. Es un gusto, la verdad.
Es una competición, si. Pero hay muchísimo compañerismo y buenrollismo.

Segundo y tercer kilómetro
Empiezo a estar un poco cansada, ya que algún que otro obstáculo me ha puesto el camino un poco difícil. Pero eh, tranquilidad y "¡palante!".
Resuena en mi cabeza la mítica canción de mi grupo favorito "Don't stop me now, I'm having such a good time, I'm having a ball...".
Creo que podéis ver en mi cara el sufrimiento y la diversión en estado puro.
Subiendo una pendiente con casi 20kg de saco, allí es nada
Lo divertido de este tipo de carreras de obstáculos es que cuando lo ves a lo lejos piensas: "Ni de coña voy a conseguir pasar eso, ya puedo ir practicando burpees" (es la penalización por no pasar un obstáculo, 30 burpees que serían algo así como una flexión más un salto).
Pero después, cuando consigues pasarlo, la sonrisa se te dibuja en la cara instantáneamente. Es mágico.
Sigo adelante y me encuentro de todo: vallas altísimas, cuerdas que se tienen que escalar, jabalinas... Y hasta me tengo que meter dentro de un río para ir al otro lado (quiero hacer un minuto de silencio por mis piernas, que se quedaron LITERALMENTE congeladas. Nunca pensé que lo que decía mi padre sobre el "frescor" del agua de río era cierto).

Cuarto kilómetro
Los llanos empiezan a terminarse y empezamos ya a ir por montaña. No sé si será mi percepción pero los obstáculos van siendo un poco más asequibles y hasta me parecen sencillos. Huele mal, ¿verdad?.
Vuelvo a meterme en un río, esta vez casi con el cuerpo entero ya que tenemos que pasar por debajo de un puente.
Y entonces, unos metros más adelante, la veo: la temida subida. Los temidos +2500m de desnivel. Sin trampa ni cartón, allí están.
"Ale Berta, ¿esto no es lo que querías? Ya estás tardando".
Os juro que me quedo unos segundos embobada admirando esa montaña. Viendo a lo lejos pequeños puntos que se van moviendo. Allí, es dónde me entra mi mayor duda: ¿conseguiré llegar? Quiero decir, he entrenado duro, pero ¿tanto?.
No sé si será una buena cualidad mía o simplemente es algo innato, pero cuando veo algo difícil, complicado o poco asequible (para mí), más ganas tengo de hacerlo. No por la gloria o por orgullo, sino porque en caso de conseguirlo, poder mirar atrás y sentirme contenta de haber plantado cara a mis miedos.
Al llegar al primer llano, sonrío feliz (e inocentemente, para que os voy a engañar), por haber llegado tan animada.
Hay un fotógrafo de la organización preparado para inmortalizar el momento, así que saco mi mejor sonrisa y...¡PATATA!

Cómo podéis ver, ya iba bonita de barro. Spoiler: terminé aún peor.

Quinto y sexto kilómetro
Lo que me pensaba que sería una recta, termina siendo cuatro o cinco y muy verticales. 
No soy muy experta en montañas, pero todos la estamos sufriendo.
El calor es cada vez más intenso, se notan los rayos del mediodía. Llego a parar unas cuantas veces para coger aire, pero por mi cabeza pasa la idea de abandonar. Aunque desaparece al cabo de unos segundos, ya que he venido aquí para coronar Esparta. Y no me gusta dejar nada sin terminar.
Con alguna sonrisa complice y alguna palabra chapurreada en francés (tened en cuenta que mi conocimiento en ese idioma es muy básico: oui, non, oh là là y je ne comprends pas. Os podéis imaginar la conversación).
Cuando consigo llegar a un llano, las vistas me maravillan: es un valle, con un lago en el centro enorme. Todo lleno de árboles altos que nos dan un poco de tregua con el sol. Y, de fondo, las montañas nevadas.
La vista es demasiado preciosa para solo mirarla unos segundos.
Hace rato que mi reloj y el crono han dejado de ser importantes, así que me aproximo al lago, pongo mis manos sobre mis caderas, cierro los ojos y respiro hondo. Al abrirlos, me tomo mi tiempo (al igual que muchos de mis compañeros), para admirar las vistas y guardarlas en nuestras retinas. 
Posiblemente sea la primera y última vez que las veamos, así que con más razón intentamos captarlas como podemos.
A medida que pasan los minutos, me quedo sola. A ver, sola sola no, porque por delante y detrás vienen más corredores. Pero esos tres minutos en los que no veo a nadie y estoy sola en medio de la naturaleza, ésta me regala una paz increíble. 
Esos son los momento que disfruto, los de soledad y acompañamiento con la naturaleza.
Y con semejantes vistas, cualquiera diría lo contrario.

Últimos kilómetros
Por fin abajo, consigo llegar al avituallamiento que tanto he necesitado durante estas subidas. El sol sigue apretando con fuerza y empiezo a sentirme un poco débil.
Como nota mental, me anoto el llevar un pequeño bidón de agua siempre conmigo. Aunque luego no vaya a usarlo, mejor tenerlo cerca. 
Para evitar el saqueo que hago con el agua. 
Menos mal que hay de sobras para todos los corredores, porque los tres vasos me los bebo casi sin pensarlo.
Aprovecho para correr un poco, ya que con las subidas no he tenido mucho tiempo para hacerlo. Empiezo a ver los obstáculos y a más gente: estamos llegando.


El nivel de agotamiento empieza a ser grande: parece mentira como se puede odiar a un cubo de plástico con piedras. Pero sí, se puede y mucho.
Aquí el barro nos hace desnivelarnos un poco, pero aprovechamos para recobrar el aliento que las montañas de atrás nos habían robado. 
Ya estamos cerca.

Últimos pasos hacia la gloria
Y por fin, dos obstáculos más y ya estoy. 
Empiezo a ver a los acompañantes animando a todos los que llegamos. Saltos, alegría y mucha música. Eso es el chute de energía que necesitamos todos ahora mismo.
Me tomo mi minuto para asimilar todo lo que ha pasado (que os lo he intentado explicar, pero seguro que me dejo mil y una sensaciones y detalles. Tengo suerte de tener verborrea y que me encanta hablar. Avisados estáis por si alguna vez me preguntáis y os doy el peñazo durante horas hablando de esta aventura).
Ya veo la línea de meta. Y con ello, a mis padres y a mi tío que me están esperando con ganas. No os voy a mentir diciendo que no tienen cara de preocupación. Creedme, si supieran por dónde hemos estado y lo que hemos pasado, la cara sería aún peor.
Y en ese momento, como si fuera a cámara lenta mientras me dirijo a las brasas de la entrada de Esparta, me acuerdo de todos y cada uno de los compañeros, amigos y entrenadores que me han ayudado en esta aventura. Esos que han creído en mi, que desde un principio confiaban que iba a conseguirlo y que me han dado alas. No están allí fisicamente, pero veo sus caras entre la multitud. Creo que es esencial rodearte de personas que, pese a pensar que estás loco de remate, te apoyen en cada una de tus decisiones.
ESAS son las personas que durante la carrera y al llegar a la linea de meta, están contigo. 

Y esta soy yo. Llegando y consiguiendo. 
Lo que más me gusta hacer: conseguir lo que me propongo.
La Berta de hace meses posiblemente se habría reído al contarle esta aventura. Pero la Berta de ahora sonríe orgullosa delante del teclado (con alguna que otra lagrimilla, ya sabéis que soy una sensiblera) al recordarlo.
He llegado. Pero no es el final. Es el inicio de las miles de aventuras que me esperan.
¿Sabéis por qué? 
Porque quiero conseguirlas. Y me esforzaré al máximo por ellas.
Así que "Don't stop me now".








Comentarios