Capítulo 20: libros y café tostado

Sexto día de confinamiento

こんにちは!

¿Cómo estáis?
Esta mañana, mientras el café me empañaba los cristales de las gafas (gafas que, por cierto, por fin he tenido la decencia de ponerme. Ya sabéis, esas con cristales azules para evitar destrozarme los ojos delante de la pantalla. Un año y pico hace que las tengo. ¿Y cuántas veces me las he puesto? Lo dejo a vuestra imaginación😅). 
Lo que decía: café ardiendo y el vapor subiéndome por la frente. Es una costumbre que hago casi diariamente: despertarme, abrir la ventana de la que os hablaba ayer y beber un café con leche bien caliente. Me hace sentirme reconfortada en cualquier situación.

¿Os habéis planteado el por qué os gusta el café que bebéis? Quiero decir, por qué vuestro café lleva poca leche, mucho azúcar, poco, espuma, más fuerte... El mío, por ejemplo, está basado en mucha leche, siempre ardiendo y el café de máquina. Aunque os tengo que reconocer que cuando tengo más tiempo (como por ejemplo, estos días), me gusta sacar del armario mi bolsa especial de café de grano, con una cuchara llenar la moledora con esos granos de café tan morenos, aspirar su aroma y esperar pacientemente a que la cafetera hierva.
Ese momento me fascina, ya que mi casa se vuelve aún más reconfortante y parece como si fuera esa cafetería que todos tenemos en la mente, a la que acudimos cada vez que podemos. 
Se vuelve un espacio chiquitito, cuco, en el que podemos cerrar los ojos, sabiendo que no necesitamos abrirlos para imaginarnos en el paraíso.

Después, me gusta añadirle la leche caliente y pasarme un buen rato girando la cuchara, sin hacer nada más. Muchas veces se me enfría. Y siento un pequeño enfado conmigo misma. Pero sonrío al pensar que me he ensimismado por el simple hecho de oler a café tostado.
Y me encanta.
Os recomiendo que lo hagáis. Tengáis una cafetera o no, haceros un buen café. Ese que tanto rato os cuesta preparar y disfrutadlo. Ya veréis que cambio.

Prosigo. Esta mañana, aprovechando que el insomnio me ha "dejado" dormir hasta las siete, he salido a la terraza a leer. Sí, hacía un frío que pelaba y la bata no ha ahuyentado mucho esa sensación, pero la he disfrutado.
En mi pequeña excursión de ayer, aprovechando que tenía que ir al super a por leche, alimentos que faltaban en la despensa y a por café (vaya, qué sorpresa), fui también a comprarle el periódico a mi padre. Nada más llegar, me fijé en el aparador y algo arrebató mi atención: La chica de nieve, la nueva novela de Javier Castillo.

No os voy a mentir y a decir algo que no es: sigo a Javi (déjame tutearte un poco, eres casi como de la familia), desde hace muchos años. Antes que publicase su primera novela, El día que se perdió la cordura, ya seguía las aventuras de La família coquetes
Cuando leí por primera vez su obra, me sentí tan cercana a lo que me gustaría a mí publicar algun día. La forma de contar las cosas, las expresiones, las palabras escogidas... me parecieron tan cercanas y tan adictivas, que no dejé ninguna historia suya sin leer. Y ayer, cuando en la librería de mi barrio la vi, supe que tenía que ser mía.
Empecé por la noche y no quise devorarlo. Quería disfrutarla poco a poco, aunque ya os digo que poco me va a durar porque estoy enganchada. 

La chica de nieve por Javier Castillo

A diferencia de lo que me pasó con su tercera novela, Todo lo que sucedió con Miranda Huff, que no consiguió engancharme del todo al principio como con las anteriores (me la terminé y me gustó, pero no sería mi favorita de él), reconozco que la historia de Kiera y Miren me tiene sin pegar ojo. He tenido que obligarme a mí misma (en el buen sentido de la palabra), a parar un rato. 

Os lo contaba porque sé que estos días de cuarentena tenemos tooodo el tiempo del mundo. Y que, posiblemente os esté pasando como a mí: lo estéis desperdiciando. Es por eso que me gustaría recomendaros libros, videos, canciones, cuentas de Instagram... que me gusten y me hagan ser productiva. O al menos, a no desaprovechar tanto el tiempo.
Y he pensado que esta novela podía ser un fantástico inicio de estas recomendaciones. Si salís a por el pan o a comprar lo indispensable (como hice yo ayer), os recomiendo que os hagáis con esta novela. Y si no, es un buen momento para descubrir el mundo de los libros digitales -no hace falta tener un ebook, con una tablet u ordenador podéis empezar-. Podría hablar algún día de esto. ¿Os gustaría?
Aunque, llamadme romántica, prefiero mil veces los libros físicos. Algunos me entenderéis, ¿no?: el tacto de pasar las páginas, el olor, el relieve de las portadas, lo que transmiten...
Sea como sea, espero que encontréis eso que os haga sentir como si terminaseis de hacer café tostado: emocionados y soñadores.

Buena lectura y hasta mañana,
B.



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